Nunca deja de asombrar la mentalidad sincrética presente en todas las escuelas del hinduismo. El eje central que une estas «darshanas» son los Vedas. En ellos se describe y explica el origen del universo a través de relatos, diálogos y prontuarios maestro-discípulo. En la antigüedad estos tratados fueron transmitidos oralmente mediante una estricta línea discipular custodiada por la casta sacerdotal (de los brahmines), mientras que en la actualidad, y más aún en occidente, es posible encontrar traducciones de diversa procedencia y calidad. Pues bien, en la India clásica el acceso a los Vedas era restringido, barrera que sirvió de base para nuevas revelaciones de menor complexión, accesibles al resto de la sociedad hinduista multiplicando visiones respecto a temas escatológicos, filosóficos y religiosos. Es claro que el grado de acceso a este “huevo primigenio” de la cultura India condicionó los puntos de vista o darshanas, e impulsó con su cuerpo de creencias la fisonomía de la cultura local, o folclórica.
En el plano microcósmico el acceso a los textos sagrados es un deber del yogui. El adepto posee un Dios de preferencia (ishta devatha), quién desde sus vivencias mítico-arquetípicas en los planos sutiles de existencia divina, despliega hacia la limitada comprensión humana enseñanzas emancipadoras y redentoras, que instan al discípulo a continuar su camino hacia la total auto realización.
Volvamos a nuestro tema. Según las múltiples fuentes bibliográficas consultadas, el dios predilecto del hatha yogui es el señor Shiva. Shiva es uno de los tres dioses principales del hinduismo. También es conocido con muchos nombres (según la función que ejecute). Shiva se desdobla de Brahman junto a Visnu formando en el espacio infinito la trimurti hinduista. El señor Shiva tiene múltiples aspectos, representaciones y funciones. Según el indólogo Heinrich Zimmer, el señor Shiva tiene más de veinticinco manifestaciones, de las cuales destaca cinco principales:
• Manifestación benefactora
• Manifestación destructora
• Vagabundo mendicante
• Señor de danzarines
• Gran Señor de los yoguis
Shiva en el plano macrocósmico cumple el rol de destruir las manifestaciones para dar espacio necesario para las siguientes. A él se atribuye autoría cuando los monzones azotan las aldeas y destruyen todo a su paso. El señor Shiva es quien ejecuta los terremotos que modifican la fisonomía terrestre, levantando y hundiendo continentes. Él es quien controla las grandes edades del día de Brahma. Gracias a sus poderosos atributos es capaz de salvaguardar la integridad de un poblado rural cuando es cantado su nombre por días, ininterrumpidamente y con devoción. También tiene jurisprudencia sobre el microcosmos latente en sus devotos. Bajo sus pies subyuga los subcubos de la ignorancia cuando baila en su aspecto Nataraja, reduciendo a polvadera la influencia de maya en sus adeptos. Shiva y sus múltiples armas es diestro en la batalla espiritual. En las profundidades del bosque, el maheswara (Shiva) es custodio del alma de los ascetas meditantes, es el último refugio y fin de todas las existencias a lo largo y ancho del vasto territorio Indio. El deseo de fundirse con Shiva es el última meditación del yogui.
Namasté